Andrea López, actriz. / Fotografía: Ricardo Pinzón © Revista GENTE Colombia
La amiga traidora de la comedia ‘El secretario’, la caleña amante de los perfumes y la ‘solitud’, demuestra en este editorial que su mejor photoshop es su rutina de ejercicios. Miren, revisen, repasen y recreense con este cuerpo que no pasó por el retoque digital. La realidad, sí señores, supera a la ficción. Andrea López fue la protagonistas de una de las producciones fotográficas más candentes de Revista GENTE Colombia en 2011. (Artículo publicado en nuestra edición de noviembre).
El abrigo negro cae sobre el piso y Andrea López (Cali, 34 años) queda semidesnuda ante los débiles rayos del sol que intentan calentarla en esta bogotana tarde invernal. No hay un solo gesto de pudor, solo una leve sonrisa de libertad. No les pide a las productoras de GENTE que la tapen con una bata cuando el fotógrafo hace sus obligatorias pausas para repasar el material que ha disparado. “Así estoy bien, gracias”, dice ella. Una hora antes, refugiada bajo unas grandes gafas negras, cubierta por unos blue jeans y un suéter claro, la sensual Paola Zorrilla de El secretario, la recordada ‘Rana’ de O todos en la cama, se notaba incómoda. Distante. Inquieta. Medía sus palabras. Al quitarse la ropa cambió. “¿Te parece que soy una vestida y otra desvestida? Hmm. Nunca me habían dicho algo así. No había pensado en eso. Cada uno tiene su propia opinión sobre mí”.
Se afirma que López es antipática, que se le suben los humos con facilidad, que deja plantados a los periodistas. Tiene fama de brava. “Se dicen tantas cosas. ¿Hoy te parecí una fiera? –hay que decir que la actriz estuvo más de medio día con nuestro equipo y más que tigresa, fue una gatita–. No soy la más entradora. No trato de quedar bien, ni hablo demasiado; desde pequeña he sido solitaria, y soy muy seria, por eso algunos creen que soy difícil y antipática. Las apariencias engañan”.
Sí, es cierto que le gusta estar al mando –en la sesión, sobre todo al comienzo, revisaba que las imágenes fueran como ella las imaginaba–. “Soy algo controladora, me cuesta aceptar que las cosas no salgan como quiero, pero estoy aprendiendo a soltar, a dejar que suceda lo que tenga que pasar”. También es verdad que, como señalan los críticos, es “la mala más buena de la televisión colombiana”. Buena: diestra en encarnar villanas –recuerden su Julieta en El fantasma del Gran Hotel–. Buena, por “buena” –si esta niña fuera una carretera, con esas curvas sería el rally más peligroso del mundo–. La firmeza de su cuerpo se la debe al crossfit, una rutina de entrenamiento físico heredada de los militares gringos: “Mira qué lindas mis manos, están llenas de callos –son gruesos y cafés–, estoy orgullosa de ellos, son el resultado de mi trabajo con las barras”.
Por fuera está reluciente (y huele estupendo, tiene casi cien perfumes en casa, hoy se puso Aromatic Elixir), y por dentro anda en un proceso de cambio: “Estoy en un continuo aprendizaje. Todos los seres humanos somos como niños chiquitos, no paramos de crecer. No quiero tener hijos, por lo menos no ahora, en este momento estoy concentrada cuidando y conociendo a la persona que más me interesa: a mí misma. No tengo pareja ni la estoy buscando, estoy sola adrede. Lo mío no es soledad, es solitud”. ¿Solitud? “Una soledad buscada. Un espacio para estar en contacto con mi corazón y con mi ser. Soy una persona felizmente solitaria”. La acompañan a diario un perro (Simón) y una gata (Tara).
Su actual papel en El secretario ha dejado ver, de nuevo, su lado más pasional. En la descripción de su personaje, Paola Zorrilla, se lee: “para lo único que sirve es para proveer buen sexo”. Algo que ella debate. “Lo gracioso es que mi papel ha tenido de todo menos sexo, nada que ver, la novela no se presta para eso. Entonces, sexo, poco”. Pero sexy, mucho.